Certamen de cuentos de Navidad en español
Categoría: E.S.O.
1er premio
Vijay Singh Kuner (pseudónimo: Víctor 2009)
Ahí estaba yo debajo de las estrellas brillando en la noche de Nochebuena, el siguiente día Navidad. A mí no me importa mucho ese día porque soy un vagabundo, no tengo casa, no tengo dinero, no tengo nada.
Pero me equivoqué, ese día iba a ser el mejor día de mi vida. Yo, como todos los días, fui a dormir a un banco del parque al lado de un árbol de Navidad con luces y todo.
Al día siguiente me desperté y al lado mío, justo debajo del árbol había un regalo. Yo miré la etiqueta y en ella estaba e lnombre de “Pablo Gómez”. ¡Ese era mi nombre! Le di las gracias a Dios y a Papá Noel porque sabía que me lo mandó él.
En ella encontré una flecha señalando el Norte, yo sabía que esa flecha significaba algo; me fui al Norte y allí encontré una familia que me saludaron con los brazos abiertos. Me llevaron a cenar con ellos y me prepararon una cama bien calentita.
Con más fuerza que nunca encontré un trabajo. Me fui a vivir mi propia vida, pero nunca olvidándome de esa familia maravillosa
Después de muchos años le contaba esta historia a mis nietos en Navidad y les decía: “Siempre hay que echar una mano por poquita que sea”.
Pero me equivoqué, ese día iba a ser el mejor día de mi vida. Yo, como todos los días, fui a dormir a un banco del parque al lado de un árbol de Navidad con luces y todo.
Al día siguiente me desperté y al lado mío, justo debajo del árbol había un regalo. Yo miré la etiqueta y en ella estaba e lnombre de “Pablo Gómez”. ¡Ese era mi nombre! Le di las gracias a Dios y a Papá Noel porque sabía que me lo mandó él.
En ella encontré una flecha señalando el Norte, yo sabía que esa flecha significaba algo; me fui al Norte y allí encontré una familia que me saludaron con los brazos abiertos. Me llevaron a cenar con ellos y me prepararon una cama bien calentita.
Con más fuerza que nunca encontré un trabajo. Me fui a vivir mi propia vida, pero nunca olvidándome de esa familia maravillosa
Después de muchos años le contaba esta historia a mis nietos en Navidad y les decía: “Siempre hay que echar una mano por poquita que sea”.